Saturday, June 26, 2010

 

LECCIONES NO APRENDIDAS DE LA HISTORIA:
LAS AMNISTIAS DE LA GUERRA CIVIL DE 1891
QUE PERMITIERON QUE CHILE MIRARA HACIA ADELANTE


Entre enero y agosto de 1891 se desarrolló en Chile una sangrienta Guerra Civil, la más prolongada y masiva que registra nuestra historia, en la que se enfrentaron el Congreso, representado por una junta de gobierno integrada por parlamentarios y apoyada por la Marina, en contra del Poder Ejecutivo del Presidente José Manuel Balmaceda, apoyado por el Ejército. Discrepancias por la ilegalidad constitucional desarrollada por el gobierno de Balmaceda, con la complicidad de una oposición parlamentaria que colocó sus propios intereses por sobre los de la nación, desembocaron en este cruel enfrentamiento entre chilenos con un alto saldo de muertos y heridos. Durante su desarrollo hubo numerosos combates regulares asi como también no pocas actuaciones abusivas de parte del gobierno de Balmaceda, destacando el fusilamiento de opositores que llegó a su clímax en la llamada matanza de Lo Cañas, detallada al final de este post. Leyendo los relatos contemporáneos a los hechos queda claro el alto grado de odiosidad y violencia verbal imperante en la época. Sin embargo, la milicia parlamentaria y los políticos que la sustentaban, vencedores de la Guerra, decidieron sabiamente a poco andar tras su triunfo por las armas, poner un alto a la interminable espiral de violencia política que podría haberse eternizado tras la guerra. Y así fue como, durante el gobierno de Jorge Montt, se fueron adoptando, con el beneplácito e iniciativa de los vencedores, una progresiva serie de leyes de amnistía respecto a los crímenes de guerra que mayoritamente les habían afectado a ellos y a sus partidarios, con lo que consiguieron pacificar los espiritus y seguir mirando hacia adelante el desarrollo del pais.
Nada más lejano a lo ocurrido hoy en dia, cuando los instigadores públicos del odio y la violencia de hace 37 años, quienes venían predicándola en forma vociferante desde 1967 como la "via armada al socialismo", y quienes no sólo fracasaron (afortunadamente) en su intento de imponerla en el pais, sino que terminaron recibiéndola en carne propia ("una cucharada de su propia medicina"), han instalado una agenda politica interminable que consiste en mantener abierta la herida de los odios e impidiendo aplicar una Amnistia dictada en 1978 y que permitió a los suyos (más de 1500 extremistas de izquierda) quedar sin responsabilidades ulteriores, al mismo tiempo que no se respetó para los militares favorecidos por la misma. Tal parece que la idea de superar los odios no constituye una política rentable para sectores que basan su política y su atracción en ello, en victimizarse eternamente sin hacer cuotas publicas de mea culpa, como son y siempre han sido comunistas y socialistas.
Afortunadamente, para la cruenta guerra civil de 1891, ambos grupos políticos nombrados no formaban parte significativa de la política chilena , de lo contrario, todavia estaríamos sembrando el odio a partir de ese hito histórico; dentro de todo, los politicos enfrentados en esa guerra eran patriotas ante todo, incluso los principales afectados por la violencia política innecesaria, de quienes partieron las iniciativas de amnistia, y obviaron rápidamente sus diferencias para que el pais pudiera seguir mirando hacia adelante. Detallaromos a continuacion como se procedió en aquélla época.

Una expresión del ánimo que orientó al gobierno de Jorge Montt (1891-1896) está relacionado con su búsqueda de la unidad nacional, o la recuperación de la participación común en la política del país, que incluía a los partidarios suyos, pero también a sus detractores vencidos en 1891, los seguidores de Balmaceda. Para esos efectos, el Presidente Montt promovió la promulgación de sucesivas leyes de amnistía, que tenía por objeto dejar atrás los agravios cometidos durante la guerra civil y poner la vista en los problemas presentes y futuros del país. En consecuencia, se dictaron cuatro leyes, una a fines de 1891, dos en 1893 y una amnistía ampliada en 1894, que cerraron el tema judicial de la guerra civil.

En diciembre de 1891, a escasos 4 meses de concluída la guerra vivil, se dictó la primera ley de amnistía, la que contemplaba aquéllos crìmenes cometidos entre enero y agosto de ese año. Se excluían de sus beneficios los altos oficiales del Ejército, Ministros de Estado de Balmaceda, miembros del Congreso de 1891 y diplomáticos.

La segunda Ley de Amnistía de febrero 1893 se amplió para incluír en ella a los oficiales del Ejército balmacedista, los involucrados en el torpedeo y hundimiento del acorazado Blanco Encalada, asi como miembros de las cortes marciales, manteniendo fuera a los responsables de la matanza de Lo Cañas.

En agosto de 1893 se promulgó una nueva ampliación de la amnistía que sólo excluyó a los miembros del Ministerio presidido por Claudio Vicuña y a los autores de Lo Cañas.

Finalmente, un año más tarde, en agosto de 1894, la amnistía se hizo completa y general e incluyó aquèllos casos antes nombrados que habían sido dejados de lado por la amnistía previa.


Durante el periodo en el que Domingo Godoy ejerció el Ministerio del Interior se ejecutó a varias personas por sus actos a favor del Congreso. Uno de los más conocidos, Ricardo Cumming, un comerciante porteño, fue fusilado el 12 de julio de 1891 al ser sorprendido tratando de volar con dinamita los tres barcos balmacedistas en la bahia de Valparaiso. La famosa matanza de Lo Cañas tuvo lugar el 19 de agosto de 1891, sólo un par de días antes de la batalla de Concón, en la alejada hacienda que don Carlos Walker Martínez, uno de los miembros del Comité Revolucionario, tenía en la actual comuna de La Florida. En este lugar se habían reunido un grupo de 84 jovenes aristócratas y artesanos que preparaban torpemente unos atentados explosivos sobre los puentes de los ríos Maipo y Angostura a fin de evitar la concentración de todas las fuerzas militares regulares que pudieran enfrentarse al Ejército Congresista pronto a desembarcar en Concón. Advertido el gobierno de esta reunión secreta, envió al lugar un destacamento de 130 soldados al mando del coronel Alejo San Martìn, que llegó sorpresivamente al lugar a las 4 de la mañana. Estos rodearon por completo el sector, en circulos, y procedieron a cazar a balazos y sablazos a todo individuo que huía por los caminos aledaños, muriendo un número indeterminado de ellos. Algunos jefes, como Ernesto Bianchi y Arturo Undurraga, se salvaron pagando a los soldados para que los dejaran huir.

En la casa patronal se juntaron los heridos con algunos jóvenes y artesanos que habían caído prisioneros. Inmediatamente, San Martín y otros oficiales hicieron listas de los prisioneros, separando a los jóvenes de los artesanos. Sin distinguir a los que estaban heridos, dio orden llevarlos junto a unos álamos, donde fueron cruelmente maltratados y asesinados. Los oficiales, se dejaron caer sobre los cadáveres y los despojaron de todo lo que llevaban, hasta dejarlos desnudos. Con algunos heridos que encontraron en los matorrales, cometieron toda clase de crueldades hasta dejarlos convertidos en cadáveres. En seguida principiaron su obra de destrucción, quemando todas las casas del fundo, sacando antes lo que podía serles útil. A las tres de la tarde aprovecharon las inmensas hogueras de los edificios incendiados para quemar unos cuantos cadáveres.
A los demás prisioneros los iban a traer a Santiago. Como en la mitad del camino recibieron los jefes que conducían a los prisioneros, orden de volverlos al fundo de Walker Martinez, donde se reunieron unos cuantos oficiales y los condenaron a muerte. Entretanto, Vidaurre y San Martin, etc., no quisieron que quedaran en paz los jóvenes que al día siguiente debían ser asesinados. Principiaron por llamarlos uno por uno y maltratarlos para que dijesen dónde se encontraba Walker Martinez y confesasen quienes eran los jefes que tenían. Con el que más se encarnizaron fue con el señor Wenceslao Aranguiz, administrador del fundo, a quien dieron doscientos azotes.
A Aranguiz y Arturo Vial, el teniente coronel San Martín les había prometido que les libraría de la pena de muerte con tal que le pagaran. Se reunió aproximadamente cinco mil pesos, fuera de las alhajas.
Un campo iluminado por grandes incendios; diez jóvenes heridos y maltratados que con resignación esperaban ser asesinados; otros jóvenes ocultos en los matorrales, algunos a treinta metros de sus compañeros prisioneros; un cuarto lleno de mujeres que Vidaurre, San Martín y otros habían mandado buscar; grupos de soldados que bebían licores de las bodegas de Lo Cañas. El chisporroteo del fuego se mezclaba con el grito de las mujeres y con los ayes de dolor de los prisioneros maltratados, y de vez en cuando se oían chascarros y risas de los oficiales y soldados borrachos.
A las 7 y media de la mañana fueron alineados delante de una pared de la bodega. El señor Aránguiz llegó hasta allí casi arrastrándose, llevado entre dos soldados: el día anterior lo hablan torturado para arrancarle declaraciones acerca de noticias y planes que ignoraba por completo. Todos murieron con resignación y entereza. Soldados ebrios rociaron algunos cadáveres con parafina, los revolvieron con tablas y les prendieron fuego.





Cruz que recuerda el sitio de la matanza de Lo Cañas,
calle Walker Martinez

con Tobalaba, La Florida


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Comments:
También habría que incluir a la Derecha, pues le hacen la vista gorda a los atropellos a los militares.

Los DC son unos oportunistas.
 
Es cierto, Javier.... claro que esos eran otros tiempos....
 
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