cuidado por quien votas

Es conmovedora la capacidad de muchos chilenos para tolerar que los pisoteen, los humillen y ninguneen, en particular si dichas actitudes provienen del gobierno por el que algunos de ellos votaron. Es admirablemente estupido ver como, por ejemplo, millones de santiaguinos se levantan muy temprano cada día, desde hace 4 meses, con la esperanza de tomar alguna micro del Transantiago que no circule llena y que les pare, esperando pacientemente bajo el frío invernal o la lluvia, y en caso de tener suerte, viajar en la modalidad "lata de sardinas" en dichos buses o en el Metro, demorarse horas en regresar a sus casas, manifestando ante alguna esporádica entrevista televisiva que esto es inaceptable, pésimo. Aunque estas respuestas se combinan con las infaltables "¿qué se le va a hacer?", "así no más es la cosa", o "habrá que acostumbrarse, no más". Son personas que no han sido capaces de generar, en estos 4 meses, ninguna reacción que preocupe o incomode a quienes implementaron este Transantiago y que los urja a resolver inmediatamente este problema; son personas incapaces de reunirse y organizar una y otra vez multitudinarias marchas y manifestaciónes, exentas de violencia y vandalismo, frente a la Moneda, que ni siquiera molestan los oidos de la Presidenta. Son personas incapaces de hacer algo de motu propio, prescindiendo de la siempre incómoda presencia comunista que parasita de cada manifestación y que sòlo busca usarlos como carne de cañón, de modo que en definitiva, no tienen el valor de manifestarse ellos solos.
Son personas incapaces de cambiar el ritmo de su propia historia, de su vida cotidiana, incapaces de entender que este gobierno ocasional que eligieron fue, para mal, pero elegido por la gente y para la gente, y que no es una entidad sobrenatural a la cual se esté condenado sin remedio, sino que debe responder a la gente que lo eligió, o bien, irse.
Más cómodo es caminar silenciosamente masticando la rabia, para llegar a su casa y desquitarse "valientemente" con su familia, con sus niños, los vecinos, el perro, o con cualquier ser débil que los haga olvidar su cobardía cívica; porque no tienen el valor ni se sienten capaces de exigirle a quienes eligieron para dirigir su país y su vida, que hagan bien su pega o se vayan. ¡Qué poco queda de esos miles de chilenos valientes y decididos, en especial mujeres, pero también profesores, obreros, médicos, estudiantes, que salieron a la calle en 1973 incluso enfrententándose al violentismo mirista de izquierda, para defender su vida, su comida y su dignidad ante un gobierno que pretendía confesadamente instaurar en Chile una dictadura marxista!

Resulta increible como millones de automovilistas aceptan con santa resignación que, semana tras semana, deban pagar más y más por la bencina, sabiendo que un 40% de lo que pagan son impuestos que podrían ser reducidos o eliminados en un solo día por el gobierno, si éste quisiera e independientemente de lo que pase con los precios internacionales, si ellos fueran capaces tan solo de hacer sentir su voz.

Resulta increíble como millones de ciudadanos viven aterrados por la delincuencia, enjaulados en sus casas, sin exijir con fuerza y determinación una respuesta que espontáneamente no llega o que no le interesa implementar al actual conglomerado de partidos que nos gobiernan, o bien esperan milagros de la Justicia, una institución al servicio de la sociedad, que a través de jueces decriteriados se burla una y otra vez de las víctimas , preocupándose inexplicable y descaradamente más de los derechos de los delincuentes que de los de las víctimas, algo esperable y compatible con la filosofía histórica del socialismo.

Resulta increíble como millones de padres chilenos no reaccionen con la más mínima voz, cuando la nueva LOCE propuesta por la Concertación pretende destruír toda alternativa de buena educación y esfuerzo educativo privado que se implemente en Chile, pretende dejar a muchos chilenos que se han beneficiado con la buena alternativa de educación de sus hijos en el sistema particular subvencionado, y que podrían quedar sin otra opción que ingresarlos a colegios públicos donde la educación ha sido tradicionalmente mala y la seguridad de los alumnos, precaria, al estar obligados a convivir con intocables delincuentes juveniles que no pueden ser expulsados, gracias a las políticas gubernamentales implementadas hace años por la Concertación.

Hace un tiempo, algunos parlamentarios advertían del riesgo de un "estallido social" en nuestro país. ¿estallido social en Chile? Ja, buena la talla. Los chilenos no parecen capaces de generar un estallido social, por más que se hallan equivocado al votar, por más que los pisoteen, los humillen, los ignoren. No tienen el valor, y además, siempre habrá alguien, más debil, con quien desahogarse sin riesgo. Aunque nos duela, somos un pais de ratones.

Fuimos ratones cuando en 1989, al votar una vez mas mal, cerramos la puerta al inminente paso a la condición de país desarrollado que nos aguardaba expectante, gracias en parte al error sicologico del slogan de la campaña del Si y de Buchi que decía: "Chile, un pais ganador". Esa frase no calza con la mentalidad derrotista y envidiosa del chileno promedio.

Somos ratones al punto que no hemos podido derrotar en un simple partido de futbol a Argentina en 34 años, tratándose de un pais con una mentalidad tan o más mediocre que la nuestra, pero que al menos se creen el cuento de que son más.

Somos un pueblo ratón que, de no surgir de vez en cuando hijos excepcionales de esta tierra como los O´Higgins, los Carrera, los Portales, los Arturo Prat o los Pinochet (todos quienes cambiaron para bien nuestra historia y recibieron la muerte o el malagradecimiento en vida de los chilenos, "el pago de Chile"), tal vez todavia seríamos colonia española.

Somos ratones al punto que, de no haber sido por los esforzados y trabajadores inmigrantes alemanes que llegaron en 1850, tal vez el Sur de Chile sería todavía selva virgen porque ninguno de los criollos se habrìa atrevido a desgastarse y matarse trabajando para crear allí ciudades e industrias.

Somos ratones porque nos creemos una y otra vez el cuento socialista, fracasado en todo el mundo, pero que se adapta tan bien a nuestra idiosincracia de pueblo envidioso del que tiene más porque ha trabajado más, de aquél que se ganó su lugar por sus méritos; y que honra a la pobreza y magnifica a los pobres como seres virtuosos, al mismo tiempo que no halla la hora de escapar de ella.

Bueno, mientras haya un perro que patear y con quien descargar la rabia e impotencia, no habrà riesgo de "estallido social".
Mientras se tenga casa, comida y poto, la humillación de malos gobiernos se puede soportar ¿verdad?