Sunday, October 30, 2011
FUNDAMENTALISMO DEMOCRATICO,
COLUMNA DE JUAN I. BRITO
"El fundamentalismo democrático existe y está entre nosotros. Tal como los fundamentalistas religiosos desfiguran la religión para servirse de ella y satisfacer sus objetivos, los fundamentalistas democráticos deforman los conceptos del gobierno representativo según su conveniencia, caricaturizándolos para justificar sus acciones y censurar, incluso de manera violenta, a los que no las comparten o las enfrentan.
El grupo que ocupó la sede del Senado en Santiago es un exponente químicamente puro de esta tendencia, que usa las garantías del sistema para actuar con agresividad y exigir reformas que promuevan su particular visión de la democracia.
Los fundamentalistas democráticos operan de una manera inconfundible: invocan sus derechos, pero no están dispuestos a respetar los de los demás; sus demandas no son negociables, pues se sienten dueños de una verdad revelada. Su mesianismo tiene base en que, al tocar una fibra muy sensible de la ciudadanía (como las demandas educacionales), piensan haberse convertido en representantes de la misma. "Somos el pueblo", dijo el presidente de la Feuc hace unas semanas. Eso les da una legitimidad que nadie debería resistir, porque, ¿no es la democracia el gobierno del pueblo y para el pueblo? Quien no acate el liderazgo iluminado de líderes que encarnan la voz popular actúa, por supuesto, contra la democracia.
Por eso, los fundamentalistas democráticos sólo aceptan un diálogo que se ubique a la altura de sus exigencias. Si ello no ocurre, estiman legítimo actuar por la fuerza. Las tomas y ocupaciones son la consecuencia natural de esta manera de razonar. Ante autoridades sordas, no queda más que recurrir a la violencia y al desorden. Los "excluidos" tienen carta blanca, entonces, para comportarse de una forma que al resto de los ciudadanos les está vedada. Vistos así, los miembros del grupo que ocupó la sede del Senado no son más que "indignados" en busca de un diálogo que la autoridad se resiste a entablar. Y la violencia es sólo una reacción válida ante unas condiciones injustas o la represión policial. Además, como en democracia somos todos iguales, los fundamentalistas no reconocen jerarquías. Tampoco instituciones ni leyes si éstas contravienen sus impulsos.
Mientras sea imposible persuadirlos, la única manera de enfrentarlos es aislarlos y dejarlos en evidencia ante una ciudadanía que se cansará de su intransigencia y volatilidad. Esta ya comienza a distinguir entre el acierto de los estudiantes al identificar y poner en discusión problemas reales que afectan a un grupo importante de la población, como son las dificultades de muchísimas familias por dar a sus hijos acceso y financiamiento a una educación de calidad, y el desacierto de promover sin cuartel soluciones irrealizables e ideologizadas para los mismos. También, empieza a perder la paciencia con las conductas violentas que a menudo acompañan la expresión de estas demandas.
Los fundamentalistas democráticos tuercen los argumentos de la democracia hasta hacerla difícilmente reconocible. Sus propuestas, pese a que ellos aseguran caminar a la vanguardia de la historia, tienen gusto añejo y conducen hacia un viejo conocido: el autoritarismo."
Columna de Juan Ignacio Brito en La Tercera, jueves 27 de octubre 2011.
COLUMNA DE JUAN I. BRITO
"El fundamentalismo democrático existe y está entre nosotros. Tal como los fundamentalistas religiosos desfiguran la religión para servirse de ella y satisfacer sus objetivos, los fundamentalistas democráticos deforman los conceptos del gobierno representativo según su conveniencia, caricaturizándolos para justificar sus acciones y censurar, incluso de manera violenta, a los que no las comparten o las enfrentan.
El grupo que ocupó la sede del Senado en Santiago es un exponente químicamente puro de esta tendencia, que usa las garantías del sistema para actuar con agresividad y exigir reformas que promuevan su particular visión de la democracia.
Los fundamentalistas democráticos operan de una manera inconfundible: invocan sus derechos, pero no están dispuestos a respetar los de los demás; sus demandas no son negociables, pues se sienten dueños de una verdad revelada. Su mesianismo tiene base en que, al tocar una fibra muy sensible de la ciudadanía (como las demandas educacionales), piensan haberse convertido en representantes de la misma. "Somos el pueblo", dijo el presidente de la Feuc hace unas semanas. Eso les da una legitimidad que nadie debería resistir, porque, ¿no es la democracia el gobierno del pueblo y para el pueblo? Quien no acate el liderazgo iluminado de líderes que encarnan la voz popular actúa, por supuesto, contra la democracia.
Por eso, los fundamentalistas democráticos sólo aceptan un diálogo que se ubique a la altura de sus exigencias. Si ello no ocurre, estiman legítimo actuar por la fuerza. Las tomas y ocupaciones son la consecuencia natural de esta manera de razonar. Ante autoridades sordas, no queda más que recurrir a la violencia y al desorden. Los "excluidos" tienen carta blanca, entonces, para comportarse de una forma que al resto de los ciudadanos les está vedada. Vistos así, los miembros del grupo que ocupó la sede del Senado no son más que "indignados" en busca de un diálogo que la autoridad se resiste a entablar. Y la violencia es sólo una reacción válida ante unas condiciones injustas o la represión policial. Además, como en democracia somos todos iguales, los fundamentalistas no reconocen jerarquías. Tampoco instituciones ni leyes si éstas contravienen sus impulsos.
Mientras sea imposible persuadirlos, la única manera de enfrentarlos es aislarlos y dejarlos en evidencia ante una ciudadanía que se cansará de su intransigencia y volatilidad. Esta ya comienza a distinguir entre el acierto de los estudiantes al identificar y poner en discusión problemas reales que afectan a un grupo importante de la población, como son las dificultades de muchísimas familias por dar a sus hijos acceso y financiamiento a una educación de calidad, y el desacierto de promover sin cuartel soluciones irrealizables e ideologizadas para los mismos. También, empieza a perder la paciencia con las conductas violentas que a menudo acompañan la expresión de estas demandas.
Los fundamentalistas democráticos tuercen los argumentos de la democracia hasta hacerla difícilmente reconocible. Sus propuestas, pese a que ellos aseguran caminar a la vanguardia de la historia, tienen gusto añejo y conducen hacia un viejo conocido: el autoritarismo."
Columna de Juan Ignacio Brito en La Tercera, jueves 27 de octubre 2011.
Labels: dictadura democratica, engaño del socialismo
Comments:
<< Home
Son fundamentalistas, pero no democráticos. Usan la democracia para destruir la democracia. ¿Conocerá el Sr. Brito a Hugo Chávez?.
Máximo, Juan I. Brito es de nuestro lado, apoya nuestras ideas y su crítica va dirigida a los grupos de presión de la izquierda. ¿por qué la ironía?
Leíste la carta titulada 'fascismo de izquierda' que apareció hace no tan poco. Esta subida en el sitio 'VivaChile'.
Esa carta de un filósofo ex DC decía más o menos la mismo.
Se olvidaron de las reglas del juego democrático.
Fernando Villegas en sus columnas siempre dice que en un sistema democrático se llega soluciones vía acuerdo, que no son las mejores. Pero que satisfacen más o menos a todos.
Los fascistas de izquierda quieren imponer su punto de vista, el oponente solamente tiene que asentir, aunque no le guste. Es si o si.
Esa carta de un filósofo ex DC decía más o menos la mismo.
Se olvidaron de las reglas del juego democrático.
Fernando Villegas en sus columnas siempre dice que en un sistema democrático se llega soluciones vía acuerdo, que no son las mejores. Pero que satisfacen más o menos a todos.
Los fascistas de izquierda quieren imponer su punto de vista, el oponente solamente tiene que asentir, aunque no le guste. Es si o si.
Cristian. No es ironía, si son fundamentalistas y utilizan las vías de hecho para obtener lo que quieren no pueden ser democráticos. Es Sr. Brito dice entre otras cosas:
“Por eso, los fundamentalistas democráticos sólo aceptan un diálogo que se ubique a la altura de sus exigencias. Si ello no ocurre, estiman legítimo actuar por la fuerza.”……… “Mientras sea imposible persuadirlos”……….. “Sus propuestas, pese a que ellos aseguran caminar a la vanguardia de la historia, tienen gusto añejo y conducen hacia un viejo conocido: el autoritarismo”………… “invocan sus derechos, pero no están dispuestos a respetar los de los demás; sus demandas no son negociables”.
Como puedes ver Cristian, no son democráticos, mientras la gente de derecha siga usando eufemismos para referirse a los comunistas, esto no se podrá arreglar. No son fundamentalistas democráticos, esa cosa no existe, son comunistas y esa cosa si existe.
“Por eso, los fundamentalistas democráticos sólo aceptan un diálogo que se ubique a la altura de sus exigencias. Si ello no ocurre, estiman legítimo actuar por la fuerza.”……… “Mientras sea imposible persuadirlos”……….. “Sus propuestas, pese a que ellos aseguran caminar a la vanguardia de la historia, tienen gusto añejo y conducen hacia un viejo conocido: el autoritarismo”………… “invocan sus derechos, pero no están dispuestos a respetar los de los demás; sus demandas no son negociables”.
Como puedes ver Cristian, no son democráticos, mientras la gente de derecha siga usando eufemismos para referirse a los comunistas, esto no se podrá arreglar. No son fundamentalistas democráticos, esa cosa no existe, son comunistas y esa cosa si existe.
Javier, encontré esa carta de Viva Chile y además otros analisis bastante certeros, como éste, del sitio español El imparcial.es, que darían incluso para redactar un post.
Del libro 'El Fascismo Liberal' había leído la reseña.
Con todo, es común a la izquierda descalificar a sus adversarios de 'fascistas', aunque no lo sean.
Con todo, es común a la izquierda descalificar a sus adversarios de 'fascistas', aunque no lo sean.
Como bien decía Oriana Fallaci en uno de sus libros, los fascistas se dividen en dos grupos: los fascistas propiamente tales, y los antifascistas.
Post a Comment
<< Home