Thursday, November 17, 2011

 

¿LUMPEN, O SIMPLEMENTE ESTUDIANTES ENCAPUCHADOS?


Columna de Fernando Villegas

Publicado por La Tercera el 05 de noviembre de 2011

"Un reciente estudio -hecho por Carabineros- acerca de la identidad de las más de 1.700 personas detenidas hasta ahora por desórdenes públicos en las marchas estudiantiles mostró el siguiente resultado: prácticamente todas ellas, encapuchadas o no, eran estudiantes universitarios o escolares. Los del "lumpen", no más de tres o cuatro. Hasta ese día, cuando se hizo público ese estudio, uno habría esperado que durara la ya tradicional ficción que endosa la violencia y el vandalismo al "lumpen infiltrado", pero dicho reconocimiento de hechos es difícil que se produzca y en verdad no se ha producido; los hechos valen poco o nada ante la ya instalada iconografía, ante la fuerza de la leyenda, de la versión oficial construida a base de frases y juicios considerados indiscutibles -quien los discute califica al instante como "facho"- acerca de todo lo que se relaciona con el "movimiento estudiantil"; se ha establecido para la eternidad y la historia patria cuál es su carácter, quiénes son y cuánto valen sus miembros de fila y sus dirigentes, quiénes son los buenos y quiénes son los malos.


Una de esas ficciones ya con sello oficial se expresa en una frase que con orgullo apenas disimulado, al menos con cierta complacencia, no pocos políticos de la oposición utilizan en abundancia: los escolares y universitarios enzarzados en el movimiento estudiantil serían "hijos de la Concertación". Y eso no es todo: como a los hijos suele creérselos mejores de lo que son, dichos hijos, al desfilar por las calles, estarían haciendo marchar a la entera Historia hacia su consumación. Estarían haciéndose presentes para redimir a la Humanidad o al menos a nosotros, a los ancianos nacidos en Chile entre los años 40 e inclusive los 70.


Esa mirada beatífica, que sólo ve idealistas de la cultura avanzando por las amplias alamedas de la historia, es una a la cual se han sumado no pocos intelectuales de la izquierda concertacionista. Son quienes, de adolescentes, bebieron unos sorbitos de "Das Kapital" y luego, ya más viejos y al calor de los pitutos disfrutados durante 20 años, sufrieron una admirable reconversión espiritual y vieron la luz del mercado, pero, aun así, de vez en cuando se azotan y siguen manteniendo cierta mirada que podríamos llamar "progresista", suerte de marxismo muy diluido y azucarado, al que se agrega una generosa porción del alma pura y cristalina que es siempre, en este evangelio, monopolio de las nuevas generaciones. Nada nuevo: es la misma pureza que los documentales del nazismo adjudicaban a los entusiastas muchachos arios de "las juventudes SS" capaces de zambullirse en helado río a las cinco de la mañana.


Sesentones
Para muchos intelectuales sesentones que ya dejaron atrás mejores tiempos y luces, este entusiasmo por el movimiento estudiantil no deriva de ninguna consideración pedagógica y académica seria, sino de un enamoramiento algo ridículo, como lo es todo amor disparejo, por los alardes retóricos y gimnásticos de tan bellos chicos; a eso se suma el afán enfermizo por sentirse al día, un impulso irresistible por "renovarse", dándose un baño de Juvencia. Y entonces les hacen a los chicos guiños de complicidad, les compran sus causas por destartaladas que sean, cloquean a coro sus consignas, se peinan con cola de caballo y visten carreteados bluyines. Otros, más pulcros, anuncian solemnemente su apoyo en veloz literatura de ocasión, aunque no por eso dejan de atender sus negocios de corretaje.


Así, sumándose a la onda prevaleciente, renuncian a su deber, que es PENSAR. Prefieren sumergirse en este romance tardío tal como en un nivel mucho más glamoroso y de mayor calibre hicieron no pocos intelectuales franceses de posguerra, Sartre entre ellos, quienes desde sus cómodos sillones en París abrazaron con necio entusiasmo toda causa nueva que les cayó en el regazo. Así defendieron o aceptaron, por turnos, primero, las ya conocidas matanzas de Stalin, catalogadas piadosamente como "costos del progreso", después, a coroneles sanguinarios pero revolucionarios salidos de las guerras de "liberación" de Africa y, finalmente, aplaudieron a Mao mientras aniquilaba varios millones de "enemigos objetivos del socialismo". Hicieron eso e impusieron sobre los pocos que no se sumaron a la fiesta -Raymond Aron, Albert Camus- el desdén de una presunta superioridad moral e intelectual.


Doble hablar, doble pensar
Es esa mirada y postura del Sartre de los sesenta, al mismo tiempo arrogante y claudicante, la asumida ahora, medio siglo después -atraso habitual de nuestra elite ante toda moda francesa-, por tantos intelectuales criollos. En nuestro caso fue más fácil: no ha sido necesario arrojarse en brazos de un asesino en serie, sino sólo de púberes. De todos modos, es una actitud acomodaticia, asumida con oportunismo geriátrico en la hora 25. Quizás pueda rescatársela considerando que tiene la virtud de revelar con la luz crepuscular de la senescencia mental todos los viejos trucos de la retórica de izquierda, partiendo por el afamado doble estándar que el autor de 1984, George Orwell, caracterizaba como "doble-hablar" y "doble-pensar".


Doble pensar y doble hablar significa simplemente esto: las cosas no son buenas o malas per se, sino de acuerdo con si las protagoniza la vanguardia radiante de la Historia o las oscuras fuerzas del mal, los reaccionarios y los "fachos". Por eso, todo acto de la policía por restablecer el orden es calificado como una muestra de "represión salvaje", de la cual debe reclamarse en los más altos tribunales del planeta; la perpetrada por los jóvenes que vienen a salvarnos es, en cambio, "comprensible". Recientemente y en su blog, donde proyecta una espectral sobrevida o penadura política, una intelectual que ocupó alto puesto en instituciones culturales durante el camerino Bachelet reconocía el hecho evidente de la violencia, vandalismo y saqueo celebrado en muchísimos colegios y universidades y manifestaba su preocupación de que así fuera, pero de inmediato y a guisa de explicación, aludió a "la rabia" que seguramente sentirían los niños ante la brutal represión policial. Eso se llama otorgar "indulgencias plenarias"; se puede exorcizar la represión fascista echando abajo el colegio, robándose los computadores, defecando en los escritorios o chupándose las 150 películas de una cinemateca.


Deshonestidad
En medio de este clima de hipocresía y tan grave retorcimiento del auténtico pensar, de esta complicidad nacida de la bobería y el oportunismo y de cuya desafortunada cópula el hijo bastardo es siempre o la deshonestidad o el error, nada de raro es que la auténtica naturaleza del movimiento, su notorio carácter de cosa política a todo trapo, pase, para muchos, por completo desapercibida y se camufle como cosa distinta, incluso opuesta. Por eso sucederá que del movimiento, propulsado por razones que no son las que se dicen y apoyado por razones que nunca fueron las que se creen, ni logrará una "mejora de la educación" ni reforzará la educación pública, la cual, en cambio, ya está prácticamente en ruinas.


En esto tendrán su cuota de responsabilidad esos intelectuales y académicos que se bajaron los pantalones y cerraron los ojitos. Su pertinaz y voluntaria ceguera, su rendición incondicional, su renuncia a examinarlo todo críticamente, dejaron librada al cacareo insustancial de los lemas, los eslóganes y los titulares a una ciudadanía ingenua, casi analfabeta, entregada desde hace años a la hipnosis de las imágenes y las consignas; por eso se seguirá poniendo el dedo en materias de dinero y recursos y no en exigencias y rigor académico, se seguirá entonando el himno de las batucadas callejeras y alabando "la creatividad" de los niños por disfrazarse de zombies, se seguirá creyendo que el pésimo rendimiento académico de una entera generación es cosa reparable con tal de "inyectar" más recursos aquí o allí. En fin, se seguirá hablando de los "hijos de la Concertación" con el tácito supuesto de que son parte de la solución, sin querer ver que son parte sustancial del problema."

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Comments:
Tal como escribí en mi blog, los encapuchados son estudiantes que no estudian con capucha.
 
Cristian:

Todos los gobiernos disponen de sistemas de inteligencia que les permite determinar prácticamente de inmediato quienes son los que conforman los grupos de choque en una protesta. Todo lo demás son chivas baratas.
Desde el primer dia Piñera supo quienes eran los encapuchados: Simple , son en su mayoría " hijos de los exiliados, exonerados, frentistas, ex miristas, comunistas y toda la fauna izquierdista del pais, apoyados por la red de abogados y periodistas de izquierda, para el caso que algún carabinero les pegara un palo".
Dada esta situación, Piñera para no hacerse problemas con el comunismo internacional, del cual, él es un ferviente admirador se dispuso a ceder en todo lo que le pidieran.
Lamentablemente, Piñera no es quién paga los impuestos con los cuales se pretende financiar la gratuidad del Estado Benefactor, sino que todos los chilenos en su conjunto.
Piñera es un mal presidente, pues ha sido incapaz de manejar al pais por la senda del derecho, la justicia y lo mas importante en forma democrática, pues ha sido antidemocrático al solo escuchar a un grupo de comunistas violentos, y no pedir ni escuchar a quienes lo eligieron.
Prometió muchas cosa que no ha cumplido y solo tiene oidos para la Camilita y sus rojos compañeros.

Atte

Miguel Morasca
 
Es un dato muy valioso ese con el que parte la columna: los encapuchados son estudiantes. Pero no parece haber causado ninguna reacción —o al menos no muy profunda— en la opinión pública. Se trata de un silencio preocupante porque llega a parecer cómplica o encubridor. Como si, conociéndose que los estudiantes atropellan derechos ajenos, se quiera pasar por alto que lo hacen para protegerlos del juicio público. Mientras tanto hay otros siendo injuriados por proteger los derechos atropellados o tan solo por pedir que estos sean protegidos.
 
Los medios de comunicación han pasado a ser cómplices de la destrucción que los estudiantes con capucha que no estudian (Máximo dixit). Hace tiempo escuché a la representante de la mala leche periodística (Mónica Pérez), hacerse cargo de este tema: dijo que los encapuchados eran eso, encapuchados, y que ellos no tenían cómo saber que son estudiantes. Mentira. Y la gente les cree (o al menos no tiene otra opción).
 
Concuerdo con el concepto general de los comentarios acerca de que resulta insólito que los medios no se hayan hecho cargo de los resultados de este estudio, que pretendan seguir ignorando que los encapuchados son sólo estudiantes, y uno sigue escuchando webadas reiteradas como que "los encapuchados vinieron a opacar las legitimas manifestacioners estudiantiles".
Pero, si son parte de lo mismo, imbeciles periodistas , COMO NO CACHAI ?
 
¿Por qué te empeñas reproducir a Villegas, si él desprecia la razón y la racionalidad? Acuérdate que dijo que el alcalde Labbé no debía aplicar la ley ante la ola revolucionaria.
 
Simplemente, porque en esto que escribió, y que transcribo aquí, tiene toda la razón.
Es bueno que gente que no es de nuestro sector coincida con nuestras ideas de vez en cuando.
 
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