Wednesday, November 09, 2005

 

¡ A QUEMAR Y A SAQUEAR; QUE NADA NOS VA A PASAR!

Estos ultimos días hemos asistido a inéditos desbordes destructivos en varias ciudades de Francia y, en menor grado, países vecinos, protagonizados por grupos de inmigrantes, principalmente africanos y musulmanes, en pleno corazón de ciudades francesas. El origen puntual de estos incidentes es tremendamente injustificado en el hecho que comprometió a un par de adolescentes que murieron al refugiarse en un transformador eléctrico, tras considerar que los perseguía la policía. A partir de esta "excusa" se desarrolló un reguero de destrucción y vandalismo protagonizado por jóvenes inmigrantes contra el país que los acogió, incluyendo instituciones tan "perversas e injustas" como colegios, asilos de ancianos, comercios, etc.
Hay varias consideracuiones que se pueden hacer al respecto. En primer lugar, Europa, y en especial Francia, hace rato que se está desdibujando como sociedad y nación formada hace más de 1500 años. Han recibido millones de inmigrantes de sus ex colonias, que han aportado poco o nada al país, salvo como mano de obra barata; han diluído su tradición y origen cristiano, negándole incluso su rol histórico en la Constitución Europea, abriendo la puerta a una "invasión" ideológica musulmana que nos ve, en mayor o menor grado, a esta sociedad occidental como sus enemigos o infieles; prohibiendo absurdamente la expresión religiosa a través de símbolos visibles como crucifijos o velos, que una minoría musulmana ha logrado imponer sobre un país de tradición y mayoría (nominal) cristiana. Uno puede ver, en forma más frívola, como este hecho de desdibujar la sociedad europea se observa en sus equipos de fútbol, incluso en selecciones como Francia y Holanda, donde la preponderancia de jugadores de color no guarda ninguna relación con la composición étnica porcentual de la población. En fin, nada bueno se podía esperar de esta transculturación " hacia abajo", y ahora, estos grupos (en especial los musulmanes) anclados en el interior mismo de estas sociedades, desarraigados de ellas y viéndolas sólo con fines utilitarios, la atacan ferozmente (casos del 11 marzo en Madrid, atentados de Londres, protestas de Francia). No han faltados los "profetas" que hace años vienen anunciando esta situación, algunos estigmatizados como Jean Marie Le Pen, otros asesinados como Pim Fortuyn, y la gran periodista Oriana Fallaci (antes comunista, ahora arrepentida, quien afirma que "Europa tiene a su enemigo dentro de sí"). No he escuchado a nadie decir la solución obvia: frenar la inmigración, hacerla selectiva, devolver a sus países de origen aquéllos grupos a los que el país no es capaz de ofrecer alternativas laborales o involucrados en estos actos vandálicos, en resumen, proteger a la gente honrada y que tiene su nacionalidad y nació allí, y a la que su país les debe protección.
El segundo punto a analizar es la indefensión a que está expuesta la gente común del país ante estas protestas, pues la policía actúa con una pobreza de posibilidades que contrasta con la libertad de acción que demuestran las turbas. Al igual que lo que ha ocurrido en Chile, los manifestantes tienen toda libertad para matar, usar armas de fuego, intentar quemar y robar o destruír, siendo los miembros de la policía casi "elementos desechables", cuya vida tiene un valor muy reducido, pero que están siendo permanentemente observados y denunciados ante cualquier violencia considerada, por los propios agresores, como "excesiva". ¡ Y ay de que alguno de los manifestantes muera, aunque él haya matado o estado cerca de matar a alguien! Esta situación es a todas luces absurda, lleva a una solución ineficaz de la violencia callejera, y más bien la promueve, ante el bajo riesgo que supone agredir y robar en masa. Estas sociedades de fines del siglo XX, basadas en un respeto "proporcional" a los derechos humanos (alto para los agresores, bajo para los que se defienden o defienden a la Sociedad), se están poniendo la soga al cuello, enredándose en sus propias e ineficaces normas y derechos. Hemos pasado de un absurdo criminal, como por ejemplo el ataque de la Escuela Santa María de Iquique, en 1907, en donde familias indefensas y sin ningún animo vandálico fueron acribilladas por protestar pacíficamente contra las formas de vida de las salitreras, sin intereses políticos mediante, a este otro extremo, en el que los manifestantes violentos tienen todas las facilidades de causar daño a diestra y siniestra, sin que la sociedad se defienda como debiera: a balazos. Balas de verdad, y se acabarían inmediatamente las protestas violentas, porque no hay aquí ideales por los cuales luchar, sino simplemente aprovecharse de las circunstancias, desahogarse y obtener algún beneficio del robo. Si la situación es arriesgada, si las cosas no van a salir gratis como hasta ahora, simplemente no habrián protestas injustificadas.
Póngase un minuto en el lugar de alguna familia, inmigrante tal vez, con un negocio pequeño de abarrotes en uno de estos barrios franceses asolados; su negocio destruído y quemado, saqueado, su vehículo de trabajo quemado, y no hay responsables ni seguros ; posiblemente pasen hambre y restricciones al quedar sin fuente de trabajo y tener que pagar los daños.¿por qué esa familia debería sufrir? ¿Qué opinión tienen de una democracia que deja que esto pase? ¿qué pensarán ellos de los derechos humanos de sus atacantes? ¿De qué les sirve una sociedad que no es capaz de protegerla ante estos actos?

Comments:
"transculturación hacia abajo"
uf.
un amigo marroquí quiere conocerte.
 
Dile que venga no más a conversar, pero, por si las moscas, voy a guardar mi auto en otro lado.
 
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