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ANAS, CAIFAS Y EL SANEDRIN ¡VIVEN!

Los Evangelios nos dan a conocer la presencia del Sumo sacerdote judío Caifás, y su yerno Anás, miembros del Sanedrín o consejo de Sumos Sacerdotes que regía el poder religioso en dicha nación en tiempos en que Jesús sufrió su pasión. La presencia de Jesús los inquietó al llegar a Jerusalén, y ya desde que expulsó a los mercaderes del Templo y los llamó "hipócritas", andaban buscando como prenderle. Uno de los temores principales que tenían era no enemistarse con el poder romano gobernante en Palestina desde el 63 a.c. Pese a ser odiada por el pueblo judío, la presencia romana, aunque no compartía y se burlaba de su religión, pero la toleraba, era convenientemente protegida por los Sumos Sacerdotes, ya que contribuian a mantenerlos en sus altos cargos religiosos. Y cuando se trató de juzgar a Jesús, sin importarles que podían estar ante el Mesías anunciado en las escrituras, no vacilaron en hacerlo aparecer como "enemigo de Roma", al aprovechar su denominación de rey, que Jesus hizo en sentido figurado, traicionando a uno de los suyos para quedar bien con el poder de Roma (esto queda nitidamente expuesto en los diálogos con Pilatos en la película "La Pasión de Cristo", cuando hipocritamente, el Sanedrín dice "no tenemos más rey que el César").
De modo que, el interés por quedar bien con los romanos, aunque estos fueran ajenos a su religión y se hubieran impuesto por la fuerza en su territorio, pudo más y los hizo traicionar a Jesús y a su propio pueblo judio. En el año 70 d.c., Tito, como conclusión de esa actitud complaciente, terminó por destruír el Templo De Jerusalen y masacrar definitivamente toda resistencia judía.
¿Y qué tiene esto que ver con Chile? Aquí no somos judíos, somos católicos, al menos de nombre. No hay Sanedrín, pero hay obispos chilenos. No hay romanos, pero hay gobernantes no cristianos, que no comparten nuestra fe ni muchos de sus principios (contrarios al aborto, divorcio, matrimonio homosexual). No está presente un Jesús de carne y hueso, pero hay una doctrina que él nos dejó. Y nuestros obispos intentaron, hace unas semanas, demostrar lo indemostrable: que da lo mismo un gobierno ateo, que promueve sin ningún freno moral (que no tendría porque tenerlo, si no es su escala de valores) leyes contrarias a la doctrina,lo que ya hizo en el gobierno de Lagos; que un gobierno de inspiración católica que claramente y sin miedo, aun contra la corriente valorica de estos tiempos, se comprometió a defender estos valores. Da lo mismo un candidato respaldado por políticos que, en cada discusión valórica en nuestra sociedad, se han plegado instantaneamente a los principios católicos, que otro que públicamente apoya posturas anti cristianas. Cuando Piñera se denominó como humanista cristiano (aunque creo que bastaba con decir cristiano), inmediatamente saltó el Obispo Goic para neutralizar este concepto y proteger a la candidata atea contraria y a los socialistas que la respaldan, diciendo que "ningún candidato es propietario de la denominación humanista cristiano". Sin duda, él y los obispos afines han quedado en muy buen pie con el futuro gobierno, su intervención fue oportuna y salvadora y de entera ayuda para la candidata oficialista, confundió a los votantes católicos, y el Cardenal más aun, exaltó a la candidata dejándola a un tris de ser la nueva Santa Teresa de Chile (lean Despierta Chile. Es de esperar, para el bien de nuestra fe, que esta connivencia no termine como terminó Jerusalen en el año 70 d.c.